Cuando en ti yo pienso



Una noche inmensa de brillante oscuro,
de tristeza densa y un silencio puro,
quiso rescatarme de ese mar de angustias
en donde naufraga mi existencia mustia.

Quedó diminuta la inmensidad larga de la noche eterna,
cual bálsamo tenue para esencia enferma,
ante la infinita horda de quebrantos
que no admiten tiempo y torturan mi alma,
cuando en ti yo pienso.

Una lluvia intensa de humedad sin calma
cual espera eterna que envejece el alma,
mojaba mi llanto, congelado y yerto,
por llorar yo tanto tu cariño muerto.

Quedaron pequeñas las inmensas gotas de la triste lluvia,
cual caricias rotas que mi piel enturbian,
ante las pesadas gotas de mi llanto
que no admiten lienzo y que mojan mi alma,
cuando en ti yo pienso.

Una aurora ingenua, triunfante y sonriente
que acabó la noche y la lluvia indolentes,
quiso convencerme que de igual manera
podría yo logar que tu recuerdo muera.

Inconmensurable quedó aquella aurora de tinte celeste,
cual reminiscencia que azota mi mente,
ante cada intento de enviarte al olvido
que más me hace amarte, más impregnas mi alma
y más en ti yo pienso.

Para mi hija Natalia

Tus Hermosos Quince Años

Ha pasado el tiempo desde el día escogido
en que alegrara el mundo tu infantil sonrisa,
y tu mirada tierna, cual sublime brisa,
convirtiera todo en jardín florido.

Desde entondes olas de celeste encanto
en mar de inocencia te fueron llevando,
para que hoy llegaras al gentil remanso
y sagrado puerto de tus quince años.

La infantil sonrisa y la tierna mirada
en quienes te amamos seguirán reinando,
aunque altivamente te estés transportando
de inocente niña a mujer soñada.

Son tus quince años, que hoy Dios te bendice,
el umbral que lleva a una vida intensa,
que augura triunfos con bondad inmensa
y muchos, muchos años, todos muy felices.

Me perdí


Me perdí en el fondo del sublime hechizo
de tus lindos ojos,
y ante el verde inmenso de magia infinita
yo caí de hinojos.
Me perdí en las llamas de tus frescos labios
de rojo candente
que me aprisionaron con fogosos besos
de pasión ardiente.
En luz de tus ojos y ardor de tus labios
me perdí por siempre.

Me perdí en la eterna y prominente angustia
de tus senos tensos
que me prodigaron, al rozar mis labios,
sabores intensos.
Me perdí en las curvas que trazó en tu cuerpo
un escultor celeste,
y en su recorrido buscaron mis manos
su final agreste.
En tus senos tensos y en tus curvas locas
me perdí por siempre.

Me perdí en muy densos laberintos tibios,
sobrenaturales,
al son de gemidos muy altisonantes,
como de animales.
Me perdí en cascadas de caricias fuertes,
de color salvaje,
que nos transportaron en desconocido,
pero hermoso viaje.
En tus laberintos y caricias fuertes
me perdí por siempre.

Me perdí contigo en turbulentas aguas
de un mar insondable,
que formó el contacto de un cuerpo agresivo
y otro penetrable.
Me perdí contigo en prohibidas delicias
de un sexto pecado,
porque era imposible pretender que ya no fuera consumado.
En mar imposible de carnal contacto
me perdí por siempre.

Me perdí en el pubis que oculta con celo
tu profundo hirviente,
que hizo que explotara en húmedos hilos
mi pasión creciente.
Me perdí en las grutas de tus incontables
e hirientes orgasmos,
que al volver la calma siempre nos dejaron
silentes marasmos.
En tu centro hirviente de hirientes orgasmos
me perdí por siempre.

Me perdí extasiado, después del torrente,
en la extraña calma
que nos vuelve al mundo, adormece el cuerpo
y tranquiliza el alma.
Me perdí en el tierno, femenino, ingenuo
y natural contraste
de tu hermoso rostro viviendo la calma
después del desastre.
En tu extraña calma y en tu gran contraste
me perdí por siempre.

Penas y alegrías del amor