Tu huella

Entre mis dedos temblorosos
en lacrimal torrente, buscando un imposible,
se fue escapando mi alma.
En medio de un sendero de lirios marchitados
buscó tu huella triste,
ya casi imperceptible cual llanto evaporado,
pero que aún percibe
mi amor que te persigue desde que un día emprendiste
tu viaje al infinito.

Tu huella ya no existe,
ni el fúnebre sendero de lirios marchitados.
Tendrá ahora que buscarla
mi amor que se resiste a verte en el pasado,
en senda imperceptible,
la misma que recorren las almas encumbradas,
donde estará por siempre,
sobre un tapiz empíreo de flores relucientes,
tu huella eternizada.

Mi alma derramada,
cuando al sol del infinito ya esté difuminada,
irá con regocijo
siguiendo aquella senda que lleva a lo imposible,
a retomar tu huella,
flotando en el efluvio que no siguió tus pasos
porque será mi guía
en el andar perpetuo que, allende el horizonte,
me llevará a tu esencia.

Canto a la ballena azul

Poema presentado en la convocatoria hecha por la Casa de Poesía Silva, de Bogotá, Colombia, para el concurso "Si los leones pudieran hablar"

Tu gigantesca figura de porte monumental
que sobrepasó con creces al dinosaurio mayor,
logró, con magia imposible, de un infinito candor,
robarle el azul al cielo y eternizarlo en el mar.

Con aerodinámico encanto, que raya en la perfección,
dibujas velocidades cual poemas sin final,
que quienes contigo habitan nunca podrán alcanzar
pero que entonan felices, como sublime canción.

Tus sanguíneos torrentes, que un hombre podría surcar,
desembocan orgullosos en tu inmenso corazón,
en donde cada latido es una noble explosión
que añoramos los humanos para, de amor, explotar.

Tus cantos, que son misterio para el humano entender,
cabalgan en pentagramas con notas de eternas olas
que llegan hasta las hembras, cuando están tristes y solas,
como un cortejo del macho para la prole extender.

Es creencia que, en animales, alma no debe haber,
pero de este dictamen tú debes ser la excepción,
pues para ser tan hermosa y sublime una canción
el ser que la crea y canta un alma debe tener.

La ciencia, tan prepotente, sabe muy poco de ti;
no conoce, por ejemplo, tus rutas de emigración
y, aunque te espía indolente, no ha entendido tu canción.
Tu misteriosa aureola es un encanto sin fin.

Penas y alegrías del amor