Para sentir

Para sentir en el alma las desconocidas dichas
de la inmensidad del cielo
basta con una caricia suavemente lisonjera
de un rayito de tu pelo.

Para sentir el influjo vivificante y florido
de una inconcebible brisa
basta con el embeleso que produce en el ambiente
tu encantadora sonrisa.

Para sentir los abismos que consumen lo imposible,
más allá de todo exceso,
hay que vivir las locuras de las ignotas tormentas
de tu inalcanzable sexo,
sentirse inmerso en tu universo,
por un segundo vivir tu mundo.

Para sentir los perfumes emanados de las flores
de los jardines del cielo
basta con tener acceso a la dicha indescriptible
de tu más sencillo beso.

Para sentir que se muere de un placer que en grado sumo
paraliza con su impacto,
basta que tu piel prodigue a un privilegiado cuerpo
al más mínimo contacto.


Piel de olvido

De un tiempo hacia acá
tu piel manifiesta
un cambio rotundo en su actitud,
ya no es como fue
la eterna caricia
que amorosamente cubría mi ser.

No tienes que hablar,
pues mi alma percibe
esa indiferencia que marca el final
de un amor que ayer,
inocentemente,
me mostró el camino de la eternidad.

No me duele mi dolor, es lo de menos,
me duele tu piel que está olvidando
haber sido siempre de mi alma el templo sacro
en el que un solo cuerpo conformamos.

Tu piel últimamente está adquiriendo
el tono más triste e inhumano
de un olvido que hoy me está matando
al tiempo que tu amor ya se está muriendo.

¿Te acuerdas de ayer?
bastó una mirada para descubrir
nuestro inmenso querer,
lo sabes muy bien:
el amor sincero no hay que confesar,
lo traspira la piel.

¡Qué tristeza hoy!
ya no es necesario
ni que tú me digas que ya no hay amor,
porque ahora tu piel está traspirando,
aunque tú lo ocultes,
un gran desamor.


Penas y alegrías del amor