Pido permiso poetas

En el mundo de inspiraciones
que, con plumas sentimentales
y con tinta de corazones,
dibujan sus amociones
los poetas y trovadores
de este portal de ilusiones,
quisiera tener cabida.

Honor tan grande quisiera
para que mis sentimientos,
en un idílico intento,
alcanzaran la quimera
de poner el alma entera
para decir lo que siento
en esta página de ensueño.

Con poético atrevimiento
pido permiso poetas.
Si ese es su consentimiento
y tengo el merecimiento,
feliz pasaré la puerta
con el corazón contento.
Prometo no defraudarlos.

La calavera de mi amada



Sus dos cavidades tétricas, profundas,
de afilado negro y olor nauseabundo,
contuvieron ojos, siendo de este mundo;
y ahora sin lagañas podridas, inmundas,
con gusanos grises en hediondas fundas
de un tono viscoso y un asco profundo.

Cómo imaginarse que hubo allí unos ojos
que irraidaron vida y fueron hermosos,
que también lloraron y fueron piadosos;
y ahora son tan solo refugio de piojos,
de arañas peludas y de insectos rojos,
de larvas que crecen en nidos pulgosos.

De alegría macabra la mueca sonriente
bajo una asquerosa cavidad nasal,
parece burlarse de un eterno mal
con una ponzoña que es, diente por diente,
resbalosa baba de humor maloliente
que hacen a las náuseas llegar al final.

Hubo allí unos labios rojos y carnosos
que amaron, besaron y fueron ardientes,
que hicieron hermosos los tétricos dientes;
que ahora son carne de insectos rabiosos
cayendo en pedazos cual piel de leproso
sin dejar ni huellas de besos ardientes.

La encéfala masa que fue inteligente,
fue motor del sexo y también del amor,
vivió sensaciones de dicha y dolor,
acabó en abono de plagas hirvientes,
arpías diminutas peor que serpientes
que dejaron solo putrefacto olor.

Lo que fue una hermosa y feliz cabellera
que ondeó en el aire y en blancas almohadas,
quedó en una greña fatal y engrasada
cual hilo de muerte que sostiene entera
la infernal caverna que es la calavera
donde estuvo el rostro de mi linda amada.

Piel de olvido



De un tiempo hacia acá
tu piel manifiesta
un cambio rotundo en su actitud,
ya no es como fue
la eterna caricia
que amorosamente cubría mi ser.

No tienes que hablar,
pues mi alma percibe
esa indiferencia que marca el final
de un amor que ayer,
inocentemente,
me mostró el camino de la eternidad.

No me duele mi dolor, es lo de menos,
me duele tu piel que está olvidando
haber sido siempre de mi alma el templo sacro
en el que un solo cuerpo conformamos.

Tu piel últimamente está adquiriendo
el tono más triste e inhumano
de un olvido que hoy me está matando
al tiempo que tu amor ya se está muriendo.

¿Te acuerdas de ayer?
bastó una mirada para descubrir
nuestro inmenso querer,
lo sabes muy bien:
el amor sincero no hay que confesar,
lo traspira la piel.

¡Qué tristeza hoy!
ya no es necesario
ni que tú me digas que ya no hay amor,
porque ahora tu piel está traspirando,
aunque tú lo ocultes,
un gran desamor.

Cuando en ti yo pienso


Una noche inmensa de brillante oscuro,
de tristeza densa y un silencio puro,
quiso rescatarme de ese mar de angustias
en donde naufraga mi existencia mustia.

Quedó diminuta la inmensidad larga
de la noche eterna,
cual bálsamo tenue para esencia enferma,
ante la infinita horda de quebrantos
que no admiten tiempo y torturan mi alma,
cuando en ti yo pienso.

Una lluvia intensa de humedad sin calma
cual espera eterna que envejece el alma,
mojaba mi llanto, congelado y yerto,
por llorar yo tanto tu cariño muerto.

Quedaron pequeñas las inmensas gotas
de la triste lluvia,
cual caricias rotas que mi piel enturbian,
ante las pesadas gotas de mi llanto
que no admiten lienzo y que mojan mi alma,
cuando en ti yo pienso.

Una aurora ingenua, triunfante y sonriente
que acabó la noche y la lluvia indolentes,
quiso convencerme que de igual manera
podría yo logar que tu recuerdo muera.

Inconmensurable quedó aquella aurora
de tinte celeste,
cual reminiscencia que azota mi mente,
ante cada intento de enviarte al olvido
que más me hace amarte, más impregnas mi alma
y más en ti yo pienso.

Para sentir

Para sentir en el alma las desconocidas dichas
de la inmensidad del cielo
basta con una caricia suavemente lisonjera
de un rayito de tu pelo.

Para sentir el influjo vivificante y florido
de una inconcebible brisa
basta con el embeleso que produce en el ambiente
tu encantadora sonrisa.

Para sentir los abismos que consumen lo imposible,
más allá de todo exceso,
hay que vivir las locuras de las ignotas tormentas
de tu inalcanzable sexo,
sentirse inmerso en tu universo,
por un segundo vivir tu mundo.

Para sentir los perfumes emanados de las flores
de los jardines del cielo
basta con tener acceso a la dicha indescriptible
de tu más sencillo beso.

Para sentir que se muere de un placer que en grado sumo
paraliza con su impacto,
basta que tu piel prodigue a un privilegiado cuerpo
al más mínimo contacto.

Pasión reprimida


Un ancho silencio creciente y sin calma
cual torrente río que en toda su furia
deja en sus riveras tan solo penurias,
carcome con rabia y con dolor mi alma.

Una soledad con calor de infierno
cual ardiente lava de un volcán en celo
que todo lo cubre con siniestro velo,
quiere hacer la furia de lo que era tierno.

Una indiferencia con el frío del hielo
que traspasa y cala corazón y huesos,
quiere asesinar con sobrehumano esfuerzo
un amor que Dios nos inventó en el cielo.

Un olvido torpe que inventó tu orgullo,
talvez mal herido en lo más profundo,
es como una mano que opacara el mundo,
no lastima nada, ni un leve capullo.

Soledad, silencio, indiferencia, olvido,
forman un escudo tras el cual pretendes
cuidar como fiera lo que más defiendes:
ser siempre muy libre, aunque no has podido.

Te has vanagloriado y has gritado al viento
que el amor no cave en tu alma tan dura,
aunque estés ardiendo en una llama pura
de ese amor que sientes tal como lo siento.

Sígueme ignorando aunque me sientas dentro,
déjame tan solo aunque ansíes mi cuerpo,
y haz que tu silencio retumbe en el tiempo;
sígueme alejando aunque esté en tu centro.

Quieres ser tan fría aunque dentro zumba
la pasión que brota por reflejo cierto,
como está adherido el respectivo muerto
a la hierta loza de su oscura tumba.

El amor que callas perfecto lo siento,
los deseos guardados salen a tus ojos,
y aunque no lo digan esos labios rojos
que me amas lo dice tu inocente aliento.

Un volcán de grandes llamas reprimidas
eres tú mi vida con alma y con cuerpo;
si el volcán explota por fuera y por dentro
también explotarás y caerás rendida.

Verás que no es malo amar como me amas
aunque no me quieras como yo te quiero,
y de la pasión irás aprendiendo
que para vivirla solo faltan ganas.

Penas y alegrías del amor